Alianzas electorales

Ciudad de México.- El llamado a formar un frente amplio opositor electoral por parte de los dirigentes nacionales partidarios este fin de semana abrió el debate sobre las modalidades que puede asumir la competencia democrática por el poder político en México. Ofrecieron respuesta a una demanda que muchos plantean en el actual contexto político nacional.  La idea de conformar alianzas temporales resulta atractiva frente al grave problema que representa el paulatino deterioro de la legitimidad que afecta a nuestro sistema político.

Ejercer funciones de gobierno con mayorías frágiles es el camino más corto hacia la ingobernabilidad. Las alianzas electorales, por el contrario, sirven para construir mayorías que facilitan la tarea de gobernar.

Las alianzas electorales generan incentivos y oportunidades para la participación, y representan capacidades de influencia por parte de los ciudadanos. El politólogo, recientemente desaparecido, Giovanni Sartori, en su obra Partidos y Sistemas de Partidos analiza las ventajas y problemas derivados de las coaliciones políticas.

Las alianzas electorales, afirma, permiten representar la competencia en términos espaciales buscando el máximo de votos atendiendo las preferencias de los ciudadanos. La movilidad electoral que se observa en la actualidad afecta las habituales alineaciones políticas e impone una reconsideración de las estrategias a seguir. La dimensión espacial de la competencia se asocia con la racionalidad y la información de que dispone el votante, considera que cada elector seleccionará aquel partido cercano a sus posiciones y necesidades.

Consecuentemente, dada la distribución de las preferencias electorales, los partidos buscarán alcanzar el mayor número de votos.

En el cuerpo electoral coexisten votantes sólidamente vinculados a ciertos partidos, así como grupos de ciudadanos cuyo comportamiento es más elástico y susceptible de modificación. La propuesta de una alianza electoral parte de identificar la colocación espacial de estos grupos y a su conquista se orientarán las tácticas de competencia partidaria.

Los opositores de las alianzas electorales generalmente aducen diferencias ideológicas y políticas irreconciliables. Sostienen que el objetivo de la participación no es solamente conquistar el poder, sino implantar un radical programa para revertir la crisis económica y política de nuestro tiempo. Olvidan que los enormes cambios sociales y las inmensas transformaciones democráticas son las principales causas del pronunciado declive de la identificación ciudadana respecto a los partidos tradicionales.

Esto explica el consistente crecimiento de la volatilidad electoral y es el primer indicador del debilitamiento de la capacidad de las organizaciones para representar las preferencias electorales de los diversos grupos.

Investigaciones de la ciencia política contemporánea enseñan que la ausencia de sistemas ideológicos consistentes que guíen la acción cotidiana de los partidos, así como los frecuentes escándalos y denuncias por corrupción que involucran a los políticos de profesión —sin importar su origen partidario— generan malestar social y desencanto político, lo que indica no sólo una consistente pérdida de credibilidad en las instituciones, sino, sobre todo, el riesgo de que importantes grupos de la población se conviertan en presa fácil de los demagogos. Se alerta, desde este punto de vista, sobre las tendencias hacia un voto fragmentado que debilite al sistema político en su conjunto y dificulte la necesaria recomposición de la legitimidad con gobiernos eficientes y eficaces.

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@isidrohcisneros

agitadoresdeideas.com

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